Un día, mientras explora su ciudad monótona y gris, un niño curioso llamado Liam descubre un jardín en apuros. Decide ayudar a crecer a las plantas, sin ni siquiera imaginarse lo que está a punto de provocar. Con el paso del tiempo, el jardín cobra vida...
Cuando uno hojea El jardín curioso, de Peter Brown, produce verdadero placer encontrarse con una historia sensible, ecológica e inteligente.
El
autor nos embarca con gran naturalidad en un relato sencillo: Liam, un
chico al que le encanta callejear, habita en una ciudad industrial, sin
vegetación de ninguna clase.
Un
buen día, Liam descubre un macizo de flores silvestres. Gracias a sus
cuidados, se produce el milagro, y la mata empieza a crecer y a
extenderse.
Musgos,
hierbas, flores y arbustos acaban adueñándose de los rincones más
escondidos e inaccesibles, de suerte que toda la ciudad empieza a
adquirir las tonalidades de la primavera.
Sin
embargo, la lección del cuento es más personal, porque ese jardín que
prolifera e invade calles y tejados también modifica el espíritu de los
habitantes de la ciudad.
Así,
una espontánea legión de jardineros se convierte en responsable de ese
manto multicolor, y lo atiende como si el cuidado de las plantas fuera
el arte más noble que uno puede elegir a estas alturas del siglo.
A su modo, Brown refleja una utopía fácil de asimilar por parte de los más pequeños.
El Jardin Curioso
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